Juan Antonio Alvarez de Arenales
(1770-1831)
Nacido en Salta en 1770, aunque existe otra versión histórica que dice que nació en España (Villa de Reinoso), de todas formas nadie puede discutir su importancia en la historia de Salta y de la Nación; murió en Bolivia el 4 de diciembre de 1831. Llegó a Buenos Aires en 1784. Educado por sus parientes para ser sacerdote, eligió la carrera militar. Tras concluir sus estudios militares, fue enviado al Alto Perú (la actual Bolivia), donde se unió al movimiento revolucionario de Chuquisaca (hoy en día Sucre, en Bolivia).
El 25 de mayo de 1809 creó la primera Junta que rompió con las autoridades coloniales españolas. Se convirtió en dirigente de los indios contra la opresión y desconsideración del gobierno. Comandante de las fuerzas patriotas. Derrotada la rebelión por las tropas roa listas de Goyeneche, Arenales se salvó de la ejecución en mérito a sus destacados antecedentes pero fue enviado como prisionero a los calabozos del Callao.
Escapó y regresó a su hogar en Salta desde donde respaldó la revolución porteña. El 20 de febrero de 1813, participó a las órdenes de Manuel Belgrano en la victoria independentista obtenida en la batalla de Salta. Solicitó a la Asamblea del Año XIII que le emitiera un documento designándolo ciudadano de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Nombrado gobernador de Chuquisaca, se encontró aislado por las derrotas patriotas de Vilcapugio y Ayohuma.
Organizó la guerra de guerrillas tan exitosamente que Pezuela se vio forzado a abandonar las provincias norteñas argentinas para proteger la retaguardia realista. Arenales reocupó Chuquisaca y luego se unió a las fuerzas de Rondeau en su tercer intento por incorporar el Alto Peni (Bolivia) a la revolución. Posterior a la derrota de Sipe Sipe, encabezó la retirada hacia Tucumán, donde permaneció hasta que estalló la guerra civil.
Cruzó los Andes hacia Chile donde San Martín estaba preparando su expedición libertadora al Perú. Arenales fue bienvenido por San Martín quien lo designó al mando de una división. Tras su arribo al Perú se hizo cargo de las dos importantes campañas a las sierras para obtener el control sobre esa área antes que los realistas pudieran utilizarlas como base de operaciones.
En 1821 fue enviado al Perú para encargarse de dos importantes campañas en las sierras. Tras la proclamación de independencia del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas del futuro territorio argentino, con responsabilidad sobre la instrucción de las tropas y la preparación de la campaña al Ecuador. En 1822 solicitó su retiro, tras la partida de San Martín del Perú. El gobierno peruano lo gratificó con el rango de gran mariscal.
Gobernador de Salta desde 1823 procuro establecer un gobierno liberal como el de Rivadavia en Buenos Aires. Envió tropas para colaborar en la Guerra contra el Brasil.
En 1827 una revuelta encabezada por José Francisco Gorriti y Dionisio Puch se propuso derrocar a Arenales. El gobernador envió una tropa de trescientos hombres al mando de Coronel Bedoya, quien se enfrentó contra una fuerza de ochocientos disidentes en la decisiva batalla de Chicoana, el 7 de febrero de 1827. La derrota de las tropas oficialistas ocasionaron que Arenales y sus partidarios se exiliaran en Bolivia.
Brigadier General Juan Antonio Alvarez de Arenales, fallecido en Moraya, Bolivia, en el año 1831 en la casa del Coronel José Manuel Pizarro y sepultado allí en el osario común a excepción del cráneo, conservado por el Coronel Pizarro y entregado a doña Josefa Arenales de Uriburu, su hija y esposa del Coronel Evaristo de Uriburu en la ciudad de Buenos Aires. Recién en mayo de 1959 llegaron a Salta los restos del Brigadier General Arenales al sitial que tenía reservado dentro del "Panteón de las Glorias del Norte de la República", tras cumplirse una emotiva ceremonia cívico militar en el templo mayor de Salta. Gobierno de don Bernardino Biella Maggi.
Los restos del General Arenales descansan en Salta
Por Diego Cornejo Castellanos
“El es digno de mandar por su honradez acrisolada, por su habitual prudencia y la serenidad de su coraje”. General José de San Martín
En la Plaza 9 de julio de nuestra ciudad, se erige para orgullo de los salteños, el majestuoso monumento que recuerda la figura del brigadier general don Juan Antonio Alvarez de Arenales. Muchos quizá, desconozcan los méritos que acreditó su persona a favor de la libertad de América, como también por haber sido uno de los más estrechos colaboradores y amigos, con los que contó el general don José de San Martín para consolidar su épica acción emancipadora de los pueblos, que pertenecieron al antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Nacido en la villa de Reinosa, Castilla la Vieja, España, el 13 de junio de 1770, a la muerte de su padre se incorporó a la carrera de las armas, respondiendo a los íntimos deseos de su vocación. Embarcado hacia América, arribó a Buenos Aires. Comenzó sus primeras acciones en la Banda Oriental por un lapso –aparentemente- de casi tres años. Contaba tan sólo 24 años de edad, cuando el Virrey del Río de la Plata don Nicolás de Archondo lo distinguió con el grado de teniente coronel de milicias de Buenos Aires.
En 1809 se iniciaron en el Alto Perú –hoy Bolivia- los movimientos independentistas revolucionarios. En ese momento Arenales ejercía allí funciones. Aún así, adhiere al primer levantamiento libertario producido el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. Pese a su origen español, Arenales se incorpora a partir de allí a la “causa americana”, con decidido ímpetu.
Debido a la reacción de las autoridades realistas ante tal suceso, Arenales decide emprender su regreso a Salta, donde se radica y contrae matrimonio con doña Serafina de Hoyos y Torres, de cuya unión nación una prolífica descendencia. Múltiples fueron sus descollantes acciones tanto en el ejercicio de funciones de relevancia en el ámbito político-institucional, como en memorables combates, en sus primeras actuaciones militares tuvo como jefe inmediato al general Manuel Belgrano, participó a sus órdenes en la Batalla de Salta (1813). Luego, bajo la égida de San Martín, proyectó su deslumbrante participación en las luchas por la Independencia. Fue gobernador de Salta (1824) y también de Cochabamba. Con éxito evidenció sus aptitudes militares en la primera y segunda “Campaña a la Sierra” encabezada por San Martín.
La historia inmortalizó su nombre al comandar al ejército patriota que triunfó en la batalla de “La Florida” en 1814. El historiador salteño Roberto Vitry refiriéndose a tan arrolladora victoria afirmó: “El triunfo de la Florida” casi termina con la vida del prócer: Arenales, solo ya, sigue peleando sin pensar en rendirse. Un feroz hachazo le tiene el cráneo abierto en uno de sus parietales. Su cara está tinta en sangre”. Concluye este investigador: “En fin: trece heridas tienen despedazada su cara, su cabeza y su cuerpo –por lo que sus adversarios le llamarían con el apodo de “El Hachado”, y todas están manando sangre”. San Martín llamaba a Arenales “compañero y amigo”. Concluida la entrevista de Guayaquil, -1822- en reconocimiento por su coraje y leal colaboración, el Padre de la Patria delegó en él el mando de las tropas a su cargo, informando su decisión a Bolívar.
Formación Militar sobre calle Caseros en ocación de la inauguración del Monumento al Brig. Gral. Don José A. Alvarez de Arenales - durante la Gobernación de Dr. Joaquín Castellanos - 1919
En 1831 Arenales decidió emigrar a Bolivia, enfermo y atribulado por las luchas políticas que se desarrollaban en nuestra provincia. Emprendió el camino del destierro y acompañado por su hija María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu y por su yerno el coronel de milicias don Evaristo Uriburu y Hoyos. En noviembre de ese año arribaron a Moraya, pueblecito a doce leguas de La Quiaca. Alojado en la casa del prelado Pizarro, su salud se agravó, falleciendo el 04 de diciembre de 1831. Su sepelio se efectuó al dia siguiente.
María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu - hija del prócer
El historiador Fermin V. Arenas Luque aportó datos valiosos en cuanto al destino que sufrieron los restos mortales de héroe de “La Florida”: “Cuando un terrible temblor sacudió al pueblo de Moraya, la iglesia parroquial se derrumbó. Las sepulturas se removieron y por esta macabra circunstancia algunas fueron objeto de actos profanatorios. Con el propósito de que pudiese ocurrir lo mismo con los restos de Arenales, el coronel Pizarro los sacó del lugar en que se hallaban y los depositó en el osario común, excepto la calavera, que quedó en poder de dicho militar”. Tiempo después, en 1874, la calavera del prócer fue remitida desde Moraya a Buenos Aires, para ser entregada a su hija María Josefa Alvarez de Arenales de Uriburu, permaneciendo en poder de sus descendientes hasta fines de la década de 1950.
Cnel. Evaristo Uriburu y Hoyos - yerno de Arenales
A lo largo del Siglo XX, en nuestra provincia, se promovieron múltiples iniciativas tendientes a tributarle los debidos homenajes y el justo reconocimiento por la sobresaliente actuación del general Arenales, una de ellas, de gran significación, fue la que impulsó al Primer Arzobispo de Salta, el insigne monseñor Roberto J. Tavella, quien interpretó cabalmente el deseo de los salteños para que sus restos descansen en la tierra en donde consolidó su hogar y en la cual ejercitó su mandato como gobernador.
Monseñor Tavella decidió contactarse con los descendientes directos del prócer en Salta, sus sucesores Uriburu Arenales, que a la sazón la integran las familias: Castellanos Uriburu y Zorrilla Uriburu, al tiempo que remitió una carta a los otros miembros de la familia Uriburu Arenales, residentes en Buenos Aires, con el objeto de solicitarles la remisión de sus restos mortales, a fin de que los mismos descansen en el Panteón de las Glorias del Norte, en virtud de los nobles servicios prestados a la Patria.
Dn. Federico Castellanos Uriburu procede a introducir la calavera de Arenales en la urna que actualmente se encuentra en el Panteón de las Glorias del Norte
En uno de los párrafos más salientes de la misiva de Monseñor Tavella al doctor Guillermo Uriburu Roca afirmaba: “... la presencia de esta reliquia, vendría a completar la constelación sanmartiniana de Arenales, Alvarado, y Güemes, los puntos básicos de la estrategia del Gran Capitán, que tendrán en el Panteón de las Glorias del Norte de nuestra Catedral, el reposo junto con la admiración de Salta, su tierra amada, y de todos los americanos”. En la Capital Federal, reunidos los sucesores del prócer en el domicilio de la señora Agustina Roca de Uriburu, estos procedieron a labrar una escritura pública por la entrega de tan inestimable tesoro familiar, ante el escribano Luis. M. Aldao Unzue, encontrándose presentes en esa ocasión los doctores Atilio y Pedro T. Cornejo, quienes posteriormente trasladaron la urna provisoria a Salta.
Una vez arribados a Salta, monseñor Tavella convino en atesorar dicha reliquia en la Capilla Privada del Arzobispado, hasta tanto se concluyesen con los trabajos de armado de la urna definitiva. Posteriormente en la sede del Comando de Ejército con asiento en nuestra ciudad, y ante la presencia de autoridades civiles, militares eclesiásticas y miembros de la familia del prócer, uno de sus sucesores, don Federico Castellanos Uriburu procedió a introducir la calavera de su antepasado en la urna que actualmente se encuentra en el referido Panteón.
De este modo, aquél joven español, que se sumara con denuedo a la guerra por la libertad americana y que luego de sobrellevar una existencia fraguada de triunfos y contrastes, hoy es motivo de tributo y gratitud del pueblo salteño y de los miles de hombres y mujeres que visitan Salta. Todo lo entregó en aras de sus ideales independentistas, legando para la historia, su testimonio de nobleza humana y su gallardo temple militar.
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